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18.5 El desconocido

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Meru-KeepAlive's avatar
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Lilit dejó los párpados cerrados mientras se concentraba en mantener el ritmo de su respiración. Las sábanas estaban aún cálidas al contacto con su cuerpo, desordenadas como todo en aquella casa. No sabía la hora que era, pero para un inmortal eso tampoco tenía demasiada relevancia. Especialmente para uno que llevaba tanto tiempo en el mundo. Habría podido dormir durante años sin ni siquiera darse cuenta.
Eso no era lo importante. Lo importante había sido aquel sueño. Apretó los labios mientras trataba de traer de nuevo las imágenes a su memoria.
Los sueños eran importantes, Lilit lo sabía. Había veces, no demasiadas pero sí que había veces, en las que esos sueños volvían a ella en la vida real. O la obligaban a actuar. Había soñado con Caín antes de conocerle, esa había sido la razón por la que había salido a buscarle aquella noche. Porque le había pedido ayuda en su sueño. Y necesitaba esa ayuda. Más incluso de lo que él mismo sospechaba.
Esta vez, sin embargo, había sido diferente. Lo único que había sentido había sido la necesidad de huir. De esconderse. No era capaz de reconocer al joven que aparecía en el sueño, porque tampoco había llegado a verle la cara. Tenía el cabello castaño, eso sí. Coronado de flores. Vestía unos ropajes anchos, atados a la cintura, que le resultaban completamente extraños, y llevaba las manos vendadas. A medida que caminaba, la hierba a sus pies se iba volviendo negra.
“Es de sabios ser precavidos...” había dicho él. Su voz era suave y parecía bailar en el espacio que les separaba. Había sido esa voz lo que había terminado por despertarla. Ahora ya no era capaz de escucharle, pero aquel pánico irracional seguía allí. Todavía seguía temblando.
Por mucho que intentase aferrarse a la idea de que no había sido más que un sueño, de que no tenía por qué tomar forma en la realidad, no conseguía calmarse. Ese joven...
-¿Quién eres...? -susurró, apretando los párpados.
Problemas. Eso es lo que era. Para ella y para...
El sonido de la puerta principal le hizo abrir los ojos de golpe. Había estado demasiado distraída, pero ahora que había regresado a la consciencia su olor llenaba completamente la casa. Una gran sonrisa se abrió paso en su rostro. Por fin...
Lilit se puso en pie de un salto, olvidando el sueño y al desconocido, y salió corriendo al pasillo con el camisón revolviéndose en torno a sus rodillas. Podía escuchar el sonido del agua al moverse en el piso inferior. La joven se inclinó sobre la barandilla, sus pies se levantaron por un momento del suelo.
Siguió con la mirada a Caín mientras cruzaba los dos metros que le separaban del pie de la escalera, en silencio, como si todavía estuviese intentando asegurarse de que aquello era la vida real. El agua le llegaba al joven por la cintura, de modo que las puntas de su cabello y los bajos de su chaqueta flotaban a su espalda como si unas manos invisibles los estuviesen sosteniendo. Sujetaba por encima de su cabeza la vaina de Desperatio y una botella de vino.
-Sólo con alcohol no vas a conseguir que te perdone el haber estado tanto tiempo fuera, hermano -le gritó cuando por fin salió del agua.
Él alzó los ojos en su dirección y le sonrió de medio lado. Miró la botella y luego miró a la demonio de nuevo.
-Esto es para mí -comentó con desapego mientras subía las escaleras-, creo que me va a hacer falta. Y tampoco he tardado tanto en volver -añadió, arqueando una ceja.
Lilit le devolvió el mismo gesto.
-Tus humanitos han estado rascando mi puerta semanas, hermano.
-No puedes culparles por echarme de menos, Lil.
Ella se rió entre dientes, sarcástica, y caminó de puntillas tras el moreno hasta su dormitorio. Por lo menos, no estaba herido. Llevaba todavía los vendajes en las manos, pero nada más. Caín se dejó caer pesadamente en la cama y empezó a desenredarse distraídamente el cabello con las manos. Se había quitado las botas antes de entrar en el agua, y ahora sus pies descalzos se volvían de un lado a otro intentando recuperar el calor.
-Te he traído algo -dijo, aún distraído, haciendo un gesto de cabeza hacia la bolsa de viaje que descansaba a su lado-. De parte de Balthazar.
Lilit entrecerró los ojos, aún apoyada en las puntas de los pies. Atravesó en dos largas zancadas la distancia que les mantenía separados y se cogió las manos a la espalda.
-¿Has estado hablando de mí con el Rey de los Demonios? -preguntó con suavidad.
-No hizo falta -repuso él. Sacó de entre su equipaje un paquete envuelto en tela oscura y se lo tendió a la chica-. Seguramente él ya sabe más de ti de lo que yo llegaré a saber nunca, ¿no es cierto?
-Oh, tú eres el único hombre de mi vida, hermano -ronroneó Lilit, burlona.
Sus manos desenvolvieron el regalo con rapidez, pero aún así con algo de recelo. Debajo de la tela, había más tela. Esta vez, de color negro. Lilit desplegó un vestido largo, con un bordado en hilo plateado que se extendía a lo largo de la zona del pecho. Los dos guardaron silencio por un momento, mirando cómo los bajos de la falda se mecían suavemente. Al cabo de un rato, Caín soltó una carcajada.
-Me equivocaba -comentó, sacudiendo la cabeza-. No sabe nada de ti.
Ella hizo una mueca, observando la prenda desde todos los ángulos como si intentase encontrarle sentido. Salvo aquel camisón, la demonio nunca había llevado en presencia del chico nada que se pudiese considerar remotamente femenino. Pantalones cómodos de viaje o de caza, camisas amplias y desgastadas por el uso. Nada, ni de lejos, tan elegante como eso.
-¿Cómo se supone que debo tomarme esto? -preguntó, mientras se pegaba el vestido al cuerpo para hacerse una idea de cómo le quedaría puesto.
-Tal vez va siendo ahora de que empieces a comportarte como una dama y busques un buen marido -bromeó el moreno mientras empezaba a deshacer el resto de su equipaje.
Esta vez le tocó a ella reírse. Con el vestido aún apoyado contra su cuerpo, dio una vuelta para hacer ondear la tela y luego se inclinó ante su acompañante de la forma más exagerada que pudo.
-Mi señor Príncipe Negro... -canturreó, burlona.
Él le devolvió el gesto con una sonrisa.
-Mi Soñadora Errante.
Lilit dejó la prenda de cualquier manera sobre la cama y se tiró sobre la espalda del joven, rodeándole la cintura con los brazos. Él no solía mostrar nada parecido al cariñó, a pesar de todo el tiempo que habían pasado juntos. Ni siquiera era capaz todavía de mirarla como a una igual. Sin embargo, de vez en cuando tenía esos pequeños detalles. Esas frases que le recordaban que, a pesar de lo que pudiese decir luego en voz alta, la apreciaba. Caín se dejó hacer, igual que siempre, sin responder al gesto, pero esta vez ella se apartó con rapidez. Le observó con atención por un momento, con los ojos entrecerrados, igual que un animal a la defensiva.
-Apestas -masculló.
Él puso los ojos en blanco.
-He pasado cinco días a caballo, dame un respiro -protestó, sacudiendo la cabeza.
-No... no es eso -Lilit se acercó un poco, despacio. Parecía confundida. Bajó los párpados y olfateó el aire en torno a su compañero. Reconocía ese aroma, pero no era capaz de recordar exactamente...-. Hueles... -entreabrió los ojos. Caín pudo ver la curiosidad brillando en ellos- igual que esa condenada espada tuya. Oh... -la sorpresa iluminó el rostro de la rubia. Sujetó a Caín por la manga de la camisa, con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Parecía no ser capaz de componer la frase que estaba buscando-. Eso quiere decir... -bajó la voz, hasta convertirla en un murmullo-... ¿que el Inmaculado está vivo?
Caín se la quedó mirando por un momento, como si no acabase de comprender qué era lo que estaba queriendo preguntarle. Bajó los ojos hacia la mano de la rubia, que todavía le aferraba como intentando evitar que se escapase. Una débil sonrisa se dibujó en sus labios.
-... Parece que sí... -comentó, intentando mantener un tono neutral.
La joven echó la cabeza hacia atrás y soltó un aullido que podría haber significado cualquier cosa.
-¿Pero cómo...? ¡¿Cómo es posible?! -exclamó, ansiosa-. Tú le mataste, estabas seguro de ello.
-Y sigo estando seguro -masculló de malos modos.
-¿Entonces cómo...?
-Ahora es un humano -la cortó él. Lilit parpadeó con lentitud, confundida-. Al parecer los luminosos... tienen la posibilidad de reencarnarse, si son considerados apropiados. Para poder enmendar sus errores.
-Errores... -repitió la rubia, y la palabra sonó casi como una canción en sus labios-. Es decir... tú.
La expresión de Caín se ensombreció. Se soltó de ella dando un tirón, y Lilit supo que había tocado una herida reciente. Y no una física. Se inclinó hacia delante, esbozando una sonrisa maliciosa.
-¿Y dónde está él? -preguntó, al ver que el moreno seguía callado-. ¿No decías que si volvíais a encontraros, el arcángel regresaría a tu lado sin dudarlo ni un momento? ¿Que todo volvería a ser como antes...?
En lo que tardó en parpadear, ya tenía el filo de Desperatio apoyado contra su cuello. Se rió con suavidad ante el odio que latía en los ojos de su hermano. Sabía que, a pesar de la rabia, no sería capaz de atacar en serio. No después de lo que había pasado la última vez. Apoyó la mano sobre el arma y la empujó hacia abajo, apartándola de su piel, sin romper el contacto visual con Caín. Él respiraba hondo, intentando calmarse.
-Mi espada no es un juguete -le reprendió con suavidad.
Él apretó los dientes, y con un movimiento rápido clavó el arma en el colchón.
-Es mi espada -masculló con voz ronca-. Y tú una estúpida.
Se pasó la mano por el cabello con gesto mecánico un par de veces, antes de darle la espalda de nuevo y volver a sus cosas. Lilit se mantuvo en silencio durante un momento. Sabía que forzarle demasiado no traería nada bueno. Esperó a que recuperase el ritmo normal de su respiración y aflojase la tensión de sus hombros antes de volver a hablar.
-Pensaba que no te equivocabas nunca -comentó con desinterés. Se llevó las manos a la cabeza, como intentando imitar la cornamenta del moreno-. Porque soy Caín Thorvaldsen, el Príncipe Negro -continuó, con tono grandilocuente, haciendo que su voz sonase más grave-. El Hombre que traerá la verdadera libertad al reino de los mortales.
-Esa es la peor imitación que has hecho en mucho tiempo -gruñó, dándose la vuelta.
Al girarse, sin embargo, se dio de frente con un reflejo perfecto de sí mismo. Casi perfecto, porque el Caín que le sonreía desde el lugar en el que antes había estado Lilit todavía no era un demonio.
-¿Lo es? -su voz, sin embargo, seguía siendo la de la joven
Se observó a sí mismo con el ceño ligeramente fruncido. ¿Realmente había tenido alguna vez ese aspecto? Ya casi no era capaz de recordarse antes del cambio. Sujetó a la imagen por la barbilla. Ni siquiera tenía todavía la cicatriz en la mejilla, así que aquello tenía que ser incluso antes de...
-Deberías dejar de hacer estas cosas -murmuró.
Su pelo se fue volviendo rubio lentamente y en apenas unos segundos era Lilit la que volvía a estar ante sus ojos.
-Eres tú el que lo hace -replicó. Se puso de puntillas y le besó con suavidad en la frente-. Te dejaré solo. Supongo que querrás descansar.

El agua de la tina que usaba para bañarse ya estaba fría, pero Caín no parecía haberse dado cuenta de eso. Estaba empezando a oscurecer, y su cuerpo todavía acusaba los días que había pasado a caballo. Pensó que tal vez sería mejor acostarse, descansar. Pero ni siquiera hizo ademán de levantarse.
El joven se cogió un mechón de cabello y lo olisqueó con cuidado. No se había dado cuenta hasta que Lilit le había llamado la atención sobre ello, pero ahora no podía obviarlo. Ese olor... ¿Por qué seguía allí?
Torció el gesto con disgusto.
Nunca antes le había molestado.
Soltó un quejido de hastío y sumergió la cabeza en el agua. Todo a su alrededor quedó completamente en silencio y, por primera vez en mucho tiempo, lo agradeció. Necesitaba detenerse por un momento. Pensar en qué era lo que acababa de suceder. Pensar qué demonios estaba haciendo. No sólo por su bien, sino por el de la Hermandad.
Le había enviado una carta a Conor antes de dejar Palanthos, por lo que supuso que tardarían un par de días en regresar. Y esperaba que regresasen todos. Su cabeza rompió de nuevo la superficie del agua, y Caín cogió aire con un jadeo. No tenía ni idea de cuál era la situación en el Reino Humano en esos momentos. No estaba siquiera seguro de cuánto tiempo había pasado en Arcania exactamente. ¿Cuántos días? Torció el gesto, intentando hacer memoria. Pero todo en su cabeza estaba confuso.
Había sido descuidado. Y eso nunca era una buena señal.
Lo peor de todo era que, por mucho que lo intentase, seguía distraído. Seguía pensando en que él no estaba allí cuando se había despertado. Salió de la tina y se ató una toalla a la cintura. El pelo mojado se le pegaba a la espalda.
En realidad, ¿de qué se extrañaba? ¿Esperaba solucionar todo con un par de palabras bonitas?
Sí.
Lo peor era que sí.
Suspiró y se frotó los ojos con cansancio. No volvería a cometer un error semejante.
-Sigue ahí -comentó la voz de Lilit en algún punto a su espalda-. El olor...
Caín dejó la cabeza hacia atrás. Esperó un momento antes de girarse en su dirección con languidez. La escasa luz de la habitación creaba sombras oscuras bajo sus ojos.
-Mejor así -comentó con desinterés-. ¿Vas a salir? Es tarde.
La rubia había cambiado el camisón por su ropa de cacería. Cambió el peso del cuerpo de una pierna a la otra, haciendo chirriar suavemente la suela de sus botas.
-Alguien tiene que buscarte algo de comer, hermano, y está claro que no vas a ser tú -hizo una mueca-. Te estás quedando en los huesos.
Apoyó la espalda contra el marco de la puerta, casi dejándose caer, aún observando al joven con los ojos ligeramente entrecerrados. Ya no había ningún rastro de malicia en su expresión. Ningún rastro de nada en absoluto. Él le devolvió la mirada, y durante un buen rato los dos guardaron silencio. Ambos conocían esos silencios.
Y nunca presagiaban nada bueno.
-¿Dónde has estado en mi ausencia? -preguntó Caín al cabo de un rato.
Lilit desvió la mirada y se encogió de hombros distraídamente.
-Por ahí -dijo, neutral.
Eso no podía ser todo. El moreno se cruzó de brazos y aguardó. Era una tontería presionarla para hablar cuando los dos eran inmortales. Caín no había perdido del todo la impaciencia que siempre le había acompañando cuando todavía era completamente humano, pero con ella había aprendido en qué momentos debía contenerse. Y cualquier información que pudiese darle era importante.
La demonio avanzó en su dirección y entrelazó los dedos con los de él. Dejó el cuerpo muerto, tendido hacia atrás, de modo que era Caín el que cargaba con el peso de los dos. Los ojos de Lilit vagaban por el techo, distraídos, muy lejos de allí en realidad. Balanceó con suavidad la cabeza, haciendo que el cabello ondease a su espalda.
-He visto a la muerte. Dos veces -murmuró-. Una de ellas tenía tus ojos.
Él la miró sin entender. Recorrió su cuerpo con los ojos, intentando comprobar si tenía algún tipo de herida en la que no se hubiese fijado antes. Pero sus cicatrices eran las de siempre.
-¿Está pasando algo que no quieras contarme?
Lilit bajó los párpados con suavidad mientras Caín tiraba de ella para que se incorporase de nuevo. Siguió en silencio durante un rato, con los labios apretados. El moreno no era capaz de reconocer esa expresión.
-Lilit -llamó.
-Algo se acerca -musitó ella-. Algo terrible.
Él  frunció ligeramente el ceño.
-¿...Qué?
-No lo sé -un escalofrío le subió por la espalda, y esa fue la primera vez que Caín pudo ver en ella un atisbo de vulnerabilidad. Parpadeó un par de veces, confundido. Lilit estaba... ¿asustada?-. No lo sé... Y ese es el problema. No puedo estar preparada si ni siquiera sé a lo que tengo que enfrentarme.
El moreno le estrechó la mano un momento.
-Vamos... ¿Por qué te preocupas? -esbozó una media sonrisa-. Me tienes a mí para defenderte, ¿no es cierto?
La rubia alzó los ojos, clavándolos en los suyos. La debilidad se había esfumado de golpe. Como si nunca hubiese estado allí. Caín tragó saliva despacio. Tal vez nunca hubiese estado allí, y sólo se lo hubiese imaginado. Tal vez siguiese intentando humanizar a alguien que la mayor parte del tiempo era poco más que un animal salvaje. La soltó despacio, sin que ella hiciese tampoco ademán de retenerle.. Los labios de Lilit se curvaron en una sonrisa tensa. Un gesto que no presagiaba nada bueno.
-Oh, mi pobre niño... -alargó la mano y le rozó la mejilla por la punta de los dedos, recorriendo el relieve de su cicatriz sin apartar la vista de sus ojos-. Sigues siendo un iluso. No hay nada que tú puedas hacer contra esto.
Él despegó los labios sin llegar a decir nada. Bajó los párpados despacio y la escuchó reír entre dientes. La sintió alejarse. Habría tenido que decirle algo. Que detenerla y pedirle explicaciones. Pero el tono de su voz le hacía pensar que realmente no quería enterarse de qué era lo que estaba sucediendo.
Cuando abrió de nuevo los ojos, Lilit ya había desaparecido.

Las manos de Caín se movían con seguridad sobre la hoja de Réquiem, limpiando cualquier imperfección y comprobando que seguía perfectamente afilada. Las heridas empezaban a abrirse de nuevo bajo los vendajes, pero no le dio importancia. Era la primera vez que conseguía concentrase en algo desde que había vuelto a Arcania. No iba a permitirse distraerse de nuevo.
Las ventanas del dormitorio estaban abiertas, y una suave brisa revolvía su cabello y el de Lilit, que tendida de costado en la cama observaba los movimientos del joven con aire distraído. Ninguno de los dos había vuelto a mencionar lo sucedido aquella noche. Y era mejor así.
-¿No vas a devolverle la espada al Inmaculado...? -preguntó ella, interrumpiendo la canción que había estado tarareando.
-¿Por qué tendría que hacerlo? -Caín la miró de reojo, arqueando las cejas-. Es mía.
La rubia se rió suavemente.
-Me gustas más cuando... -
Se interrumpió de golpe, incorporándose, y empezó a olisquear el aire con los ojos ligeramente entrecerrados. Caín se giró hacia ella, esperando una explicación. Fuese lo que fuese lo que había olido, era demasiado sutil como para que él pudiese apreciarlo.
-¿Y bien? -preguntó, poniéndose en pie.
Lilit volvió a dejarse caer de espaldas sobre la cama.
-Tienes compañía.

Los cascos de los caballos levantaban una espesa nube de polvo al golpear contra la tierra seca. Ninguno de los jinetes había pronunciado ni una palabra desde que habían dejado el muelle, conscientes de que no eran bien recibidos en ese territorio. A pesar del recelo que les seguía inspirando, no pudieron evitar sentir cierto alivio cuando vieron de nuevo aquella casa. Al menos estaban seguros de que el oscuro que vivía allí no pensaba hacerles daño.
O eso era lo que querían creer.
Su líder ya les estaba esperando en el porche. Ninguno preguntó cómo era posible que supiese que estaban de camino. Daban por hecho que sería así, y el tiempo les había enseñado que lo mejor con Caín era no hacer demasiadas preguntas.
-Me alegra ver que habéis vuelto todos con vida -comentó con una media sonrisa, pasando la vista por los siete mientras iban desmontando de sus caballos.
-Ya no somos niños, jefe -bromeó Conor, sacudiendo la cabeza para restarle importancia-. Puedes dejarnos solos -hizo una pausa-. Pero no lo hagas. Odio tener responsabilidades.
Los demás se rieron, relajando el ambiente. Había pasado bastante desde la última vez que estaban todos juntos.
-Más vale que me traigas buenas noticias, Mac Kulhwch, o esta noche te haré dormir en el bosque -repuso Caín, arqueando una ceja. Cargando demasiado las vocales de su apellido, como siempre.
Les hizo un ademán en dirección a la puerta y ellos entraron deseosos de poder deshacerse de una vez de las pesadas capas de viaje. Y tal vez comer algo después de un trayecto que había parecido demasiado largo.
-Mallul -le llamó, antes de que llegase a entrar-. Tú no.
Los demás se volvieron hacia él, mirándole con extrañeza. Mallul, sin embargo, ni siquiera varió de expresión. Volvió sobre sus pasos y se apoyó contra la barandilla del porche, esperando a que sus compañeros desapareciesen en el interior de la vivienda. Caín, de espaldas a él, también guardaba silencio. No tardó en llegarles el sonido del agua al moverse en el improvisado lago de la planta baja.
-¿He hecho algo mal? -preguntó el humano al cabo de un rato.
Más silencio. Caín se giró con despacio, haciendo ondear el cabello a su espalda.
-No. Hay...  -pareció dudar un momento, pero cuando habló de nuevo su voz seguía teniendo el mismo tono seguro de siempre-. Tengo que pedirte un favor.
Lalalalalala, como no tengo misiones pendientes ni nada, vamos con los off-topics.
Nada de demasiada relevancia y muchas cosas abiertas que probablemente no llegue a cerrar nunca xD
Como siempre, la mitad de la tutela de la Hermandad es de :iconlordyorch:
Y más como siempre, gracias al beteo de :iconhirdael:
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Comments13
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CarmenZalvide's avatar
Me mola un montón la relación entre estos dos aunque creo que no entiendo la mitad de las cosas que dicen