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15. Kaha

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Meru-KeepAlive's avatar
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Lilit se recostó descuidadamente contra el marco de la puerta de su casa. Aún llevaba los zapatos en la mano, estaba empapada casi hasta la mitad del muslo después de haber cruzado el improvisado lago que ocupaba el piso inferior. El agua estaba fría, pero no parecía molestarle. No había nada en ella que indicase que había notado el cambio en la temperatura.
-Oh...
La humana seguía todavía allí. Testaruda. Imbécil. ¿Habría pasado toda la noche en vela esperando que por un acto de caridad le abriese la puerta de su casa? No pudo evitar soltar una risita entre dientes. Supuso que habría quién podría pensar que aquella mocosa tenía agallas. Pero no ella. Cuando Lilit se negaba a hacer algo, no cambiaba de opinión. No iba a dejarse impresionar por los caprichos de una mortal.
Sacudió la cabeza, y un par de pétalos de color rosado cayeron sobre sus hombros.
-¿No tienes frío? -preguntó con voz cantarina.
Kaha se giró en su dirección, fulminándola con la mirada. Las ojeras destacaban con fuerza en el tono pálido de su piel. Había sido una pregunta claramente retórica, aún desde donde estaba Lilit podía ver perfectamente cómo temblaba bajo la tela de su capa. Los labios de la demonio se curvaron en una sonrisa divertida.
-Ya te lo he dicho -continuó, al ver que la humana permanecía en silencio-. Él no está aquí.
“Y aunque lo estuviese no tendría por qué dejarte entrar de todos modos” se dijo. Seguía siendo su casa. Habían pasado semanas y el olor a Humano todavía impregnaba todo el piso superior. Era molesto. ¿Por qué volvían? Que pudiesen cruzar las fronteras del Reino Oscuro no significaba que fuesen bien recibidos.
La humana se puso en pie con lentitud, como si tuviese el cuerpo entumecido después de haber pasado toda la noche en la misma postura. Tenía el cabello revuelto y todavía algo húmedo por culpa de la tormenta que la había sorprendido por el camino. Los bajos de su uniforme negro estaban manchados de barro. Sin embargo, a pesar de la suciedad y el cansancio, del odio que seguía destilando su expresión, era bonita. Al menos, todo lo bonita que podía ser una mortal. Conociendo a Caín, no podía decir que le extrañase.
-Mentirosa –la voz de la joven rompió el hilo de sus pensamientos.
“Qué obstinada…”
Lilit cruzó los brazos sobre el pecho y avanzó un par de pasos en su dirección. Ella no retrocedió, pero pareció costarle toda su fuerza de voluntad no hacerlo. La rubia le sacaba una cabeza de altura, sin contar el largo de los cuernos que se curvaban sobre su frente. No parecía especialmente fuerte, pero seguía siendo una oscura. Kaha no podía estar segura de lo poderosa que era en realidad. Y prefería no tener que arriesgarse a averiguarlo.
-¿Mentirosa? –repitió, arqueando una ceja-. ¿En serio prefieres pensar que miento y que él no quiere verte?
Ella pareció dudar por un momento.
-Tal vez ni siquiera sabe que estoy aquí –masculló a la defensiva.
-¿Cómo podría no saberlo? A cualquiera a dos pueblos de distancia le ha llegado ya tu olor –hizo una mueca-. ¿Crees que pasas desapercibida? Supongo que Caín no esperaba tener que explicaros algo tan básico…
Su voz sonaba desinteresada, casi dulce, como si estuviese hablando con una niña pequeña. O con una mascota. Los hombros de Kaha se tensaron de forma ostensible, y ella la miró con una sonrisa y los ojos ligeramente entrecerrados.
-No hables así de él.
-¿Así cómo?
-Como si le conocieses.
Lilit estalló en carcajadas.
-Tampoco tienes ni idea de quién soy yo, ¿no es cierto? Es una lástima –se inclinó ligeramente hacia delante-, Kaha Kitabatake. Puedes esperar aquí todo el tiempo que quieras –añadió, alejándose de ella y bajando de un salto las escaleras del porche-. Yo tengo que marcharme, pero si te atreves a poner un pie dentro de mi casa –se giró para mirarla, sin ningún tipo de expresión en su rostro- juro que te mataré con mis propias manos.

Kaha suspiró pesadamente. Estaba lloviendo otra vez.
Odiaba el clima de aquella región. Odiaba tener que esperar. La humedad y el frío se le pegaban a los huesos, y las provisiones que había llevado para el viaje estaban empezando a terminarse. Nada estaba saliendo como había planeado.
Se recostó contra la pared, diciéndose que tal vez sería mejor dormir un poco. La demonio aún no había regresado, a pesar de que ya empezaba a anochecer. Tal vez habría sido mejor intentar entrar en la casa de todos modos, pero una parte de ella temía que Caín realmente estuviese allí y que la evitase deliberadamente. Sacudió la cabeza. No tenía sentido pensar eso. El Príncipe estaba demasiado preocupado por la Hermandad como para rechazar a una de sus líderes. No habría sido propio de él.
“Aunque… ¿Qué es lo que sé de él, al fin y al cabo?”.
Torció el gesto, molesta. No tenía sentido empezar a pensar así ahora. Había caminado a la sombra de Caín desde que tenía 19 años. Era tiempo más que suficiente. Eso le convertía prácticamente en la persona a la que había dedicado la mayor parte de su vida, sin contar a su propia madre. Nadie más se había quedado el tiempo suficiente como para que mereciese la pena siquiera recordarles.
Le conocía. Seguramente mucho mejor de lo que él mismo pensaba. Le había observado en silencio, intentando reconocer a la persona que sabía que existía debajo de su máscara. El Hombre detrás del Demonio. Tal vez porque eso era lo que ella misma deseaba. Lo que Caín era en realidad le seguía poniendo la piel de gallina. Seguía habiendo ocasiones en que le miraba a los ojos y sentía la necesidad de salir corriendo. A veces no era fácil luchar contra el instinto de supervivencia.
Y, sin embargo, había ido hasta allí a buscarle. Había cruzado las fronteras de su propio reino sólo por la posibilidad de que estuviese allí. Si lo pensaba durante más de dos minutos, caía en la cuenta de que estaba actuando como una estúpida. Había pasado la mayor parte del día intentando rebatir esa idea. De todos modos, estaba tan en peligro en allí como en el Reino Humano. Sólo quería comprobar si su superior seguía con vida, nada raro si se tenía en cuenta su situación.
Además, no confiaba en Lilit. A pesar de que su enemigo principal fuesen Humanos, no podía evitar seguir temiendo a los oscuros. Sabía, por las historias que se contaban a los niños desde hacía siglos, qué era lo que había sucedido en las Grandes Guerras. No podía simplemente aceptar a esa mujer como a una igual.
Estiró las piernas y movió los pies despacio. Las botas de viaje le quedaban demasiado grandes, le molestaban. No estaba acostumbrada a ese tipo de calzado. Se las quitó y las lanzó de cualquier manera sobre las planchas de madera del suelo. La puerta estaba allí, justo a su espalda. Podría haber entrado. Podría…
Inclinó la cabeza hacia delante. El sueño no tardó en vencerla.

-No quiero morir…
Escuchaba su propia voz, aunque no estaba segura de estar moviendo los labios. El cielo sobre su cabeza estaba cubierto de estrellas, salvo por una figura que se recortaba a contraluz, manteniéndola también a ella en penumbra. Sentía el miedo latiendo en su pecho, a pesar de que recordaba haber vivido aquello antes.
La figura se inclinó ligeramente hacia delante, y entonces pudo distinguir su rostro. Aquel hombre era bello, sí.
Pero bello como la muerte.

„Caín...“
Se incorporó a duras penas, descubriendo el dolor que se extendía por todo su cuerpo. Se dio cuenta entonces de que estaba llorando. Alargó los brazos, y rodeó con ellos las piernas del hombre.
-No quiero morir… -repitió, entre lágrimas.
Pudo ver las manchas de sangre en los pantalones del hombre. De su sangre. Alzó los ojos en su dirección en una súplica muda. Él le sostuvo la mirada sin molestarse siquiera en despegar los labios.
La consciencia iba abandonándola lentamente. Sus manos, ya sin fuerza, perdieron su agarre y ella volvió a caer al suelo. Sentía cerca el final. Sin luz. Sin compañía. Todo a su alrededor se volvió completamente negro. Y, en medio de la oscuridad, sólo una voz.
-Quiero llevármela.


Kaha abrió los ojos de golpe, ahogando un grito. Alguien la había despertado, rozándole con delicadeza el hombro, con la suficiente suavidad como para no llegar a molestar a cualquiera que tuviese un sueño menos ligero que ella. Reaccionó con rapidez, sacando el cuchillo que guardaba entre sus ropas y apuntando con él directamente al corazón del desconocido que se agachaba a su lado.
Sólo que no era un desconocido. Al menos, no del todo.
Caín sonrió de medio lado, expectante. No. No podía ser él. Sus ojos eran ahora castaños, corrientes, y no había ningún tipo de cornamenta sobre saliendo entre los mechones de cabello negro. Tampoco tenía ya la cicatriz que le marcaba la mejilla izquierda. Era Humano. Completamente Humano. La joven despegó los labios, sin acertar a decir nada. Tal vez era sólo que seguía soñando.
Sintió el contacto de la mano del moreno sobre la suya. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Si no era real, aquel sueño era tan preciso que empezaba a darle miedo. No recordaba si Caín le había tocado así antes. Un contacto sin mayor significado que ese, que demostrarle que realmente estaba allí. Como si fuese una igual. Tragó saliva despacio, intentando hablar pero sin ser capaz de encontrar ni una sola palabra acertada.
Fue él quien habló en primer lugar. Pero no lo hizo con su voz.
-Adelante –los labios del joven se movieron, pero utilizando el tono de Lilit-. ¿Vas a ser capaz de matar aquello que más deseas?
El cuchillo cayó al suelo. La imagen de Caín se esfumó para dejar paso a la de la demonio, justo en el mismo lugar, en la misma posición. Kaha parpadeó un par de veces, como intentando convencerse de que lo que acababa de presenciar era real. Lilit sonrió con condescendencia.
-Te dije que no sabías nada de mí –se burló.
-Él… él estaba… -balbuceó la humana, sin saber a dónde mirar.
-¿Puedo preguntar qué es lo que has visto?
-… Era Humano…
-Ah –la sonrisa en los labios de la rubia se ensanchó-. Qué predecible, Kaha Kitabatake.
Se puso en pie, sacudiéndose la ropa como si hubiese pasado horas arrodillada sobre el polvo. Cruzó los brazos sobre el pecho mientras observaba a Kaha tantear el suelo en buscar de su arma. Tras un segundo de duda, la humana alzó los ojos hacia ella. Todavía asustada, pero aun así desafiante.
-¿Cómo has…?
-¿No sabes qué es lo que acabas de ver? –preguntó ella, ladeando ligeramente la cabeza-. El humano rubio lo sabía.
Kaha fue a replicar, pero se interrumpió antes de llegar a decir nada. Por supuesto que Conor lo sabía. Él siempre estaba al tanto de todo, incluso de información que el resto de los líderes no llegaban nunca siquiera a sospechar. Sus manos se crisparon en torno a la empuñadura del cuchillo. Recogió sus botas y empezó a calzarse con rapidez. Definitivamente, habría sido mejor no empezar ese viaje.
Lilit se recostó contra la pared, arqueando las cejas. Había esperado que le preguntase algo, cualquier cosa. Eso era lo que hacían los Humanos, querían saberlo todo. Y lo antes posible. Tal vez fuese una consecuencia de la mortalidad. Un intento de entender el mundo antes de que fuese demasiado tarde. La demonio se encontró sonriendo para sí. Esa chica era demasiado orgullosa. Tal vez pensaba que ya sabía todo lo que necesitaba saber.
Pero se equivocaba.
-No sé cuándo empezó a suceder, pero lo cierto es que es un buen método de defensa –comentó de forma desinteresada-. Tengo una presencia demasiado suave, de modo que la gente débil… sólo ve en mí aquello que quiere ver.
Kaha levantó la mirada de los cordones de sus botas.
-No soy débil –masculló.
Ella soltó una carcajada. Todos reaccionaban igual.
-¿Eso es lo único que te extraña? –suspiró de forma exagerada-. Caín todavía flaquea de vez en cuando –se llevó una mano a las cicatrices que le cruzaban los ojos de arriba abajo. Bajó la voz-. Aunque él no suele dudar antes de atacar a nadie –su expresión cambió de nuevo, transformándose en una sonrisa maliciosa-. ¿Quieres saber qué es lo que ve?
La morena resopló con disgusto y se puso en pie también. Inconscientemente, intentaba mantenerse alejada de la otra. Temía que volviese a cambiar. Lilit parecía terriblemente divertida con todo aquello.
-¿Cómo le conociste?
Kaha se sorprendió a sí misma al escucharse hablar. Parecía que su voz resonaba con demasiada fuerza contra el tejado del porche. Más allá, el cielo nocturno seguía completamente cubierto de nubes. La única luz procedía del interior de la casa. La rubia se cogió las manos a la espalda.
-Como suele conocerse la gente.
-¡¿Qué se supone que quieres decir con eso?!
La demonio dejó caer la cabeza hacia delante. Cualquier pequeño movimiento en ella parecía desordenado, caótico.
-¿Cómo le conociste tú?
Las imágenes del sueño volvieron de golpe a la mente de Kaha. No había tenido tiempo para pensar en él, pero ahora los detalles iban volviendo poco a poco a su mente con una nitidez que le asustaba. Tragó saliva, sintiendo la garganta completamente seca.
-Me salvó la vida.
Recordaba a la perfección aquella noche. El dolor de las heridas en su cuerpo. La gente que pasaba a su lado sin dignarse siquiera a mirarla. Había perdido toda esperanza de sobrevivir para ver otro día. Pero él…
Lilit se rió entre dientes.
-Yo salvé la suya –canturreó-. Tendrías que haberle visto cuando llegó aquí… Apenas era capaz de recordar su propio nombre. Mi pobre hermano… Yo le reconstruí prácticamente desde cero. Deberíais darme las gracias por eso. Sin embargo…
Dio un paso en si dirección, haciendo que el cuerpo de Kaha se tensase inconscientemente bajo su ropa, alerta para atacar. Sin embargo, Lilit se movió demasiado rápido. Cuando la humana quiso darse cuenta, la tenía agarrada por el cuello de la camisa. Tiraba de ella con tanta fuerza que por un momento incluso sintió que sus pies se despegaban del suelo. Ni siquiera se le ocurrió intentar soltarse. Sabía que no iba a conseguir nada.
-Sin embargo, se sigue pareciendo demasiado a vosotros –siseó, sin perder la sonrisa-. Es egoísta. Arrogante. Es…
-No lo es –le cortó ella.
-No, claro que no –se burló-. Es vuestro salvador, ¿no es cierto? ¿Te ha contado cómo se convirtió en lo que es ahora, pequeña? ¿Qué fue lo que tuvo que sacrificar? Tiene las manos tan manchadas como cualquiera. También ha matado inocentes. ¿Por qué no se lo preguntas, si no me crees? Si realmente sois tan cercanos como piensas, no tendrá ningún problema en contártelo… -Kaha torció el gesto, pero no se molestó en responderle. Tal vez estaba todavía intentando asimilar lo que acababa de decirle, o tal vez sólo intentaba encontrar el modo de rebatirlo-. Buena suerte, Kaha Kitabatake. Caín volverá a caer –la soltó con brusquedad, haciendo que trastabillase y casi se fuese al suelo. Su expresión se ensombreció mientras se dirigía a la puerta. La última parte de la frase fue apenas un susurro-, y no sabréis cómo ayudarle.

-¿Cómo se te ocurre ir sola? ¿Qué demonios se te pasaba por la cabeza?
Los muros de la base de la Hermandad se habían convertido en lo más parecido a un hogar que había tenido nunca. A pesar de que no pasaba allí más que un par de días al mes, el sentimiento al volver siempre era el mismo. El de pertenecer a un sitio. Tras el viaje al Reino Oscuro, ese sentimiento hacía que casi le doliese el pecho.
-Kaha, respóndeme.
Alzó los ojos para buscar los de Conor. El rubio había apoyado ambas manos en la mesa que les separaba, con una expresión que era una mezcla de preocupación y cansancio. Kaha detestaba esa expresión. Ella era una líder por méritos propios, igual que él. No necesitaba que la tratase como si fuese su hermana pequeña.
-Sólo quería saber si el jefe estaba bien –masculló, cruzándose de brazos-. Tú habrías hecho lo mismo de no estar tan ocupado.
-El jefe te matará si se entera que has ido a casa de Lilit por tu cuenta.
-Él me dio esta vida. Puede quitármela cuando quiera.
-Kaha, Caín no es un dios.
La joven le fulminó con la mirada mientras se ponía en pie. Él no podía entenderlo, claro. El Príncipe siempre había tratado a Conor como si fuese prácticamente su igual. Por eso no se daba cuenta. Ella aún seguía esperando a que Caín la mirase con atención durante más de cinco segundos. ¿Por qué después de todo ese tiempo seguía sin considerarla lo suficientemente válida?
-Tal vez para ti no lo sea –murmuró de malos modos.
El rubio despegó los labios, como intentando decidir si estaba molesto o turbado. Suspiró, pasándose una mano por el pelo.
-Tengo que volver a marcharme mañana, Kaha –dijo con voz suave-. Pero te agradecería que la próxima vez que se te ocurra hacer algo así, hables primero con Mallul. Por lo menos no te dejará ir sola.
Ella chasqueó la lengua.
-No necesito que nadie me vigile.
-No quiero discutir eso otra vez.
Conor mantenía la calma a duras penas. El cansancio del viaje se le notaba en el rostro. Kaha simplemente le dio la espalda y salió al pasillo. Tampoco había mucho más que quisiera decirle, y no estaba de humor para aguantar una regañina. Aún se sentía confundida por lo que había visto al otro lado de la frontera.
De camino a su dormitorio, se cruzó con el antiguo esclavo que iba en dirección contraria. Había estado saliendo con Conor en sus viajes, de modo que llevaba sin verle prácticamente desde que habían regresado juntos por primera vez al Reino Humano. El joven alzó una mano, como haciendo ademán de saludarla, pero ella le lanzó una mirada que habría hecho enmudecer a hombres más fuertes que él.
-Señorita Kaha…
Sencillamente, pasó de largo.
Si Kaha no fuese mi niña ya se habría llevado una patada en la cara. Nada especialmente relevante a nivel de trama, pero me pareció oportuno hacer algo para ir conociendo un poco más a los personajes. 
Como siempre, Conor es de :iconlordyorch: , Kaha 50-50 con él, y Timmy (con sus maravillosos cinco segundos de aparición) es de :iconhirdael:
Todas las opiniones son subjetivas a los propios personajes y blablabla.
© 2014 - 2024 Meru-KeepAlive
Comments10
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CarmenZalvide's avatar
buah tío estoy de acuerdo totalmente con vosotros
kaha es maravillosa porque es super dependiente
acabará en modo mártir sacrificándose por Caín
Y yo estaré ahí
Para leerlo cinco meses después